TODOS LOS SANTOS: MUCHAS FELICIDADES Y MUCHAS GRACIAS 
Querida Sonia, María, Carlos, Samuel, Luisa, Pili, Begoña, Jesús… (¡y tantos más!): ¡Muchas felicidades! Posiblemente, te extrañe el motivo de esta carta. Hoy no es tu cumpleaños, ni celebras ningún aniversario, no has aprobado la oposición y, probablemente, no te suban el sueldo. Te escribo porque hoy (¡y tantos días!) te has levantado y has sonreído; has recordado a las personas que quieres y también te acuerdas de algunas a las que nadie quiere; has leído la prensa; en el trabajo has intentado mejorar tu entorno laboral y exigir los derechos de todos, y en el rato del café te has acercado a ese compañero que lo está pasando mal. Por si no fuera suficiente tras la comida, has aprovechado para informarte un poco más sobre eso de la banca ética; y por la tarde, al salir de trabajar, has ido, como todos los martes, a acompañar bajo las estrellas, a los transeúntes de tu ciudad, los otros días de la semana los repartes entre los amigos, la parroquia y esos estudios con los que mejoras tu formación para poner tu vida, más aún, al servicio de los demás.
Cuando se acaba el día… entre sonriente y cansado, entre preocupado y satisfecho, repasas la jornada y los rostros con los que has coincidido y dices “gracias Padre por regalarme todo esto”. A veces te cansas, ¡no merece la pena!, dices, hay personas que triunfan pisando a otros y, para colmo, no está de moda la entrega por los demás… A pesar de todo cada día renuevas tu compromiso, esas opciones que son importantes para ti, y que tanto sirven a los demás. Gracias a ti, y a muchos otros, Dios mismo se incrusta en la vida y las preocupaciones de tantas personas necesitadas, unas de pan, otras de paz, de cariño o de compañía, de palabras o de silencios. Hoy me recuerdas que Dios es Santo, pero lo que te quiero agradecer es que tú me haces presente la santidad de Dios: El Dios que es amor, trabajo, constancia, sueños, familia, tenacidad, emoción, cariño, reflexión… Él nos ha mirado a los ojos y al corazón, de la misma manera que tú intentas mirar a quienes te necesitan… es su invitación a seguir en la tarea, a trabajar por los demás y a ser signo de amor allí donde estés. Todas las personas somos capaces de Dios, podemos entrar en relación con él, y hacerle presente entre los pobres y necesitados. Así serás santo como Dios es santo. Hace un tiempo me decías que no sabías muy bien qué era eso de la santidad, que te sonaba raro, extraño, como a rancio. Quizá el nombre que hoy tenga la santidad sea la alegría. ¡Tú sabes mucho de eso!. Una alegría que brota de sabernos en relación de amor con Dios que llama a la gratuidad y al servicio a todos, especialmente de los más necesitados. “Vuestra alegría será perfecta” si brota del amor, si la trasmites con tus palabras y obras, si la contagias y si va más allá de cuatro risas o de algo puramente pasajero. La alegría tiene mucho que ver con ir haciendo realidad aquellos objetivos que son centrales en la vida, con pensar en que mañana puede ser un día mejor, y que hoy, seguramente, tampoco ha sido tan malo… alegría que es consciencia de las dificultades de la vida, de las decepciones y fracasos pero que nos hace mirar al mañana como un regalo y una tarea al mismo tiempo. Todo esto lo sabes hacer muy bien. Felicidades por ser reflejo de Dios Santo. Muchas gracias por ser parte de esta familia de Todos los Santos. Santiago Aparicio |