| ADVIENTO 2009 Este domingo comenzaremos en la Iglesia, y ojalá que en todo el mundo, un tiempo de esperanza, el Adviento, unas semanas para preparar la venida de Dios a nuestro mundo, la historia humana. Estando como estamos tan necesitados de buenas noticias, la venida de un Dios Amor no puede sino traernos sentimientos de amor y de alegría. Estos días de Adviento son días de gozosa esperanza: el amor se hace realidad en nuestro mundo, en el Niño que nacerá en Belén. ¿Cómo prepararnos para acoger este acontecimiento, sin caer en la rutina? En las Eucaristías oiremos gritar a Juan Bautista: "Preparad los caminos del Señor". Dios se hace presente y actual en la historia de los hombres, en nuestros países, ciudades, pueblos y barrios. Con sus gentes, con sus gozos y esperanzas, angustias y tristezas. El profeta habla de "allanar senderos". Caminamos mal por los lugares escabrosos, especialmente los débiles, los enfermos, los pequeños, los ancianos. A nadie nos es ajena la llamada de Juan, el precursor de Jesús. Su voz se hace hoy actual para todos nosotros. | |
Los valles se deben elevar y los montes han de descender. Dios derriba a los poderosos, como canta en el "Magnificat" María, la mujer llena de Dios, que nos acompaña y a la que acompañamos en este tiempo de Adviento, hasta que su hijo nazca entre nosotros. Las naciones empobrecidas deben recuperar su dignidad robada, y sus bienes. Los países ricos deben establecer relaciones justas y abandonar su dominio, su desprecio hacia los demás pueblos. Muchas personas carecen de bienes porque otros andamos sobrados. Debemos vivir más sencillamente para que otros puedan, sencillamente, vivir. También en la Iglesia debemos acoger la llamada del Bautista. ¿No hay todavía en la Iglesis unos, pocos, que están muy arriba y otros, muchos y muchas, que están muy abajo? Hay mucho poder y autoritarismo en la Iglesia. "Que no sea así entre vosotros", dice claramente Jesús. La dignidad común de todos los bautizados ha de ser más reconocida, escuchada y respetada. El Pueblo de Dios debe gozar de mayor capacidad de decisión, capacidad que le es propia y no concedida. Hemos de allanar el camino para que, reunidos en Cristo, podamos ser conducidos por el Espíritu hacia la casa del Padre, solidarios con el género humano y con su historia. Esta marcha la encabeza Cristo, y junto a Él y en primera línea los pobres, jueces del Adviento último y definitivo: "Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer". Si esta Navidad acogemos a Jesús en nuestro corazón, algo cambiará en nuestras vidas, y algo podrá cambiar en el mundo. El Pan de Vida que Dios nos da cuando nos reunimos en la Eucaristía es alimento, fuerza y ánimo para la tarea. Un abrazo. Lucio Arauzo |