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Soplos del Espíritu por Luis Alloza

 

NADIE TIENE UN AMOR MAS GRANDE QUE EL QUE DA LA VIDA POR SUS AMIGOS

¿De qué sirve la vida sino es para darla?

Pablo Domínguez  en la “La última cima” cuenta la trágica, poética y espiritual historia de la dulce Violaine, extraída de la obra de Paul Claudel “La Anunciación”. Violaine, fue una mujer que derramó caridad, que interiorizaba  la Palabra de Jesús: “Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos” y la traducía a su manera en una  preciosa frase: ¿De qué sirve la vida sino es para darla? Dios le tomó la palabra y una tarde se encontró con un antiguo pretendiente, Pierre de Croan, constructor de catedrales, que había caído enfermo de lepra.  Pierre estaba profundamente enamorado de Violaine sin que fuera correspondido, pero al escuchar de su propia boca el triste fin que le aguardaba , accedió, en un gesto de compasión y caridad supremas, a darle un beso de despedida, sin reparar en los estragos de la terrible enfermedad.  Pierre quedó sanado milagrosamente de la lepra mientras que Violaine descubrió que en su cuerpo había florecido la lepra. ¡Que admirable intercambio! ¡Pierre asume la pureza de Violaine y ella su lepra! Violaine muere, y Pierre coloca el cuerpo de Violaine en lo alto de una cúpula de su última catedral, como la piedra más preciosa..

Es obvio, dice Pablo Domínguez, que este bello drama de Paul Claudel es una alegoría de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo. Cristo se acerca a nosotros y por puro amor misericordioso nos besa. En ese beso toma nuestros pecados, nuestra podredumbre, y muere en la cruz por nuestra causa,  Nuestros pecados, y nuestra muerte están en la cruz con Él. Su muerte nos ha dado la vida eterna. ¿Cabe mayor desprendimiento y generosidad? Por la gracia de Dios podremos vivir eternamente en el cielo, pero con una santidad y salud que no es la nuestra, es la de Cristo que nos ha amado hasta el extremo.

Esta bonita historia es tan real como nosotros mismos, como nuestros reales y concretos pecados, pasados, presentes y futuros, que le llevan a Jesús a la cruz. Y ese amor extremo que Dios nos tiene es lo que contemplamos en la Cruz.

 

 
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