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Tiempo de Adviento, por Luis Betés

 

SALIMOS AL ENCUENTRO DEL SEÑOR

Comenzamos el Adviento. La liturgia en estos días nos va recordando, conforme nos acercamos a la Navidad, que lo que sucedió en aquel tiempo, hace dos mil años, sigue vigente en nuestros días.  Y que el Señor que vino, y se ha quedado con nosotros, ha de volver para que nosotros estemos siempre con El.  Los cristianos tenemos que vivir este tiempo, y siempre, en tensión, entre lo que ya hemos recibido, y lo que todavía nos falta por recibir. Por eso es tiempo de esperanza, no de pasividad o de cruzarnos de brazos a verlas venir, sino de gozo y de esfuerzo para compartir nuestra alegría con todos.

El Señor, que ya vino, como celebramos con los villancicos de Navidad, es el mismo que viene a todas horas en el hermano, y no precisamente siempre en un clima festivo y de alegría. Los problemas y las necesidades, incrementados por eso que llamamos la crisis, y que en definitiva es, como siempre, la falta de amor, la indiferencia, la insolidaridad, las  desavenencias en la gran familia humana, están dejando en la pobreza y en la desesperanza  a cientos de miles de hermanos.

Dios se ha hecho presente en nuestro mundo para estar con nosotros, para caminar a nuestro lado, para compartir nuestras preocupaciones y problemas, pero, sobre todo, para brindarnos su ayuda en la solución de lo que nos complica la vida y no nos deja vivir en paz y felices. Por eso, no podemos quedarnos tan tranquilos, comiendo turrón, sino que debemos trabajar y comprometernos en compartir la cesta de Navidad con todos los que tienen hambre y sed, con los que están desnudos, con los enfermos, con los emigrantes, con los encarcelados. Salir al encuentro del Señor es salir al encuentro del hermano, del que nos necesita, y acogerlo y hacerle sitio entre nosotros y compartir  nuestra esperanza y todo cuanto tenemos.


 

 

Salir al encuentro del Señor, que viene y va a volver, es dejarlo todo. No quedarnos atrapados en el tiempo, en la letra, en las formas, en nuestras cosas. Tenemos que superar los miedos al futuro, a lo desconocido, a lo que nos complica y compromete, a lo que viene. Hay que superar la tentación del egoísmo, de pensar que como yo estoy bien también lo estarán los demás, de la comodidad, de la indiferencia, de quedarnos solo en lo mío, en lo nuestro. El Señor viene siempre en el otro, en el prójimo, en el pobre….Será Navidad si sabemos descubrirlo en el niño que nace en Belén, en el hermano que demanda nuestra ayuda. Hace dos mil años la gente no se enteró, sólo unos pocos, unos pastores y unos extranjeros. Y, al parecer, hoy pasa lo mismo. En tus manos esta que no te suceda  lo mismo.
 
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